Hay momentos en la vida

Hay momentos en la vida que no debieran acabar nunca; son esos minutos románticos y apasionados que deseas que se repitan una y otra vez Sin encontrar un final. Se desea, se necesita, se quiere, se sueña, se besa, Se ama. Todas esas palabras convergen en un solo punto, en un solo significado, en una sola palabra... AMOR Que para unos son solo esas cuatro letras salidas de la boca Y para otros, como yo, es más que letras salidas del diccionario, Es más que ese ocaso salido del corazón, Es un nuevo amanecer, Un nuevo atardecer, Un nuevo ángel que te lleva a fantasear y te hace descubrir ese mundo angelical que no habías encontrado aún, que te sabe a rosas y te huele a dulces, que no puedes diferenciar lo real de lo imginativo; justo en ese momento de ensueño y ternura es cuando el viento te abraza la cara, el tiempo te zumba en los oídos y sencillamente te encuentras sentado frente a ese ángel que te hizo soñar en ese momento sin final. Éramos dos, solamente dos los corazones dentro De aquel cuarto en penunbras y silencioso. Tu respiración agitada retumbaba en las paredes, como un eco entre las rocas de un peñasco, y ya no encontraba tranquiladad para mi Corazón que latía deprisa y desenfrenado. Buscabamos nuestros cuerpos, nuestras manos, nuestros labios En ese momento de pasión y deseo que tanto habíamos Anhelado, soñado, pensado, imaginado..., deseado. Tus labios eran cual miel fresca y cada gota en mis labios fueron empalagando mi pedazito de corazón. Tus brazos, fuertes y embriagadores, me hacían sentir la sensualidad De tu cuerpo y la protección que me brindabas, la seguridad de la que no quería salir para enfrentarme a este alocado mundo que vivo, que vivimos. En tus ojos hallaba toda la serenidad y tranquilidad que le hacía falta a los míos para poder soñar la belleza de los ángeles deleitándose con el ocaso del sol, ese sol que me despierta y me hace recordar el edén vivido.