Muy pocas personas ingieren hoy día la cantidad de agua que el
organismo necesita para su correcto funcionamiento. Se trata
de un elemento vital que no puede sustituirse con zumos,
refrescos, colas, sodas, horchata, cerveza, vino, café, té o
cualquier otra bebida. El agua no tiene sustitutivos válidos.
Y el cuerpo necesita un mínimo de dos litros para realizar
todas sus funciones corporales. No ingerirlos puede ser, de
hecho, la causa de numerosas dolencias. El dato lo adelantamos
ya en un reportaje anterior; en esta ocasión profundizamos en
el asunto y explicamos por qué la falta de agua es causa de
tantas enfermedades.
Aunque el doctor F. Batmanghelidj es iraní -nació en Teherán
en 1931- estudiaría el bachillerato en Edimburgo (Escocia)
formándose posteriormente como médico en la Escuela de
Medicina del Hospital St. Mary de Londres donde al acabar la
carrera ejercería inicialmente su profesión. Años después
regresaría a su país donde, con el tiempo, pasaría a hacerse
cargo del centro médico de caridad más grande de Teherán,
lugar donde le pillaría la Revolución de 1979. Aquellos
confusos momentos de euforia y feroz antioccidentalismo
llevarían al nuevo Gobierno revolucionario a ordenar numerosas
persecuciones de las que no escaparía Batmanghelidj al que se
acusaría falsamente de numerosos delitos, excusa que sirvió
para que se le confiscaran todos sus bienes y se le
encarcelara en Evin preparándose su ejecución. Una sentencia
que se vería aplazada "sine die" al entender pronto los
"guardianes de la revolución" que les era más útil como médico
de la prisión.
Pues bien, sería la falta de medios con los que tendría que
afrontar su trabajo en la penitenciaría lo que le llevaría a
descubrir algo muy importante -más bien trascendente- que no
le habían enseñado cuando estudió Medicina. Él mismo cuenta
que un día tuvo que atender a un preso que sufría enormemente
a causa de una úlcera péptica y cómo, al carecer de
medicamentos, pudo ofrecerle sólo consuelo y agua. Fue
entonces cuando comprobaría, con asombro, que la simple
ingesta de dos vasos grandes de agua hacía desaparecer en sólo
8 minutos el fuerte e intenso dolor abdominal que aquel hombre
padecía. Una mejoría que se mantuvo posteriormente bebiendo
sólo agua.
Batmanghelidj dedicaría los 25 meses siguientes a preguntarse
cómo había sido posible aquello y a averiguar hasta qué punto
el agua era importante en el estrés -un problema habitual en
la prisión- así como en otras muchas patologías. Sin embargo,
sería entonces llevado a juicio donde tuvo que responder de
¡32 cargos! -un número tan disparatado de delitos que ni
precisa argumentar su falsedad- siendo condenado a muerte.
Sólo que este médico brillante utilizó entonces un argumento
que incluso a aquellos revolucionarios fanáticos les pareció
lo suficientemente convincente como para conmutarle la pena:
su tratamiento de las úlceras pépticas con agua. Y le
perdonaron la vida para que pudiese seguir investigando.
Es más, aquel texto sería publicado en 1982 en el Diario del
Consejo Médico iraní y Batmanghelidj sería liberado lo que le
permitió huir del país pocos meses después. Al año siguiente
-exactamente en junio de 1983- ese mismo artículo vería otra
vez la luz, esta vez en la Revista de Gastroenterología
Clínica; y resultó tan sorprendente su contenido en Occidente
que merecería incluso un comentario en la sección de Ciencias
del New York Times.
Batmanghelidj estaba tan persuadido de la importancia de su
descubrimiento, de lo que puede prevenir y curar la simple
ingesta de agua, que ese mismo año de 1983 crearía su
Fundación de lo Simple en Medicina como vehículo para cambiar
nada menos que ¡la actual estructura sanitaria! Y sólo cinco
años después -en 1987- presentaría los resultados de sus
nuevas investigaciones ante un selecto grupo de investigadores
del cáncer en Grecia con el sugerente título de El dolor, una
necesidad para el cambio de paradigma.
INTENTANDO CAMBIAR EL PARADIGMA MÉDICO
A partir de entonces este notable médico iraní dedicaría los
siguientes años a investigar el papel que juega el agua -y,
sobre todo, su carencia- en los distintos trastornos del
metabolismo del cuerpo. Y a explicar a sus colegas sus
descubrimientos para que supiesen que el origen de muchas
enfermedades no es otro que una deshidratación crónica del
cuerpo, es decir, una insuficiente ingesta del agua que el
organismo requiere diariamente. Encontrándose -como tantos
otros colegas que en su momento rompieron también los esquemas de lo
establecido- con el escepticismo, la incomprensión e,
incluso, el desprecio. Actitudes que caracterizan a los
ignorantes... y a quienes, sabiendo que lo se dice es cierto,
procuran que la información no se difunda para que no merme
los multimillonarios ingresos de todos esos fármacos
paliativos que, aunque no curan nada, abarrotan las
estanterías de las farmacias de todo el mundo.
Él mismo lo narra en el prefacio de su libro Su cuerpo reclama
agua a gritos en el que denuncia además que la estructura
sanitaria actual sólo busca vender productos que los médicos
saben que no curan nada y que recetan sólo porque se les ha
hecho creer que no se puede hacer otra cosa y no hay solución
para muchas de las enfermedades que tratan, la mayoría
catalogadas por la Medicina de "etiología -o causa-
desconocida". A fin de cuentas, los grandes laboratorios
farmacéuticos sólo investigan lo que puede producir
beneficios... pero sin resolver la enfermedad. Porque toda
enfermedad para la que se encuentra cura es una enfermedad que deja de producir
beneficios a la industria farmacéutica. Y
ésta lo que busca no es sanar a la gente sino ganar dinero con
las enfermedades vendiendo paliativos.
Que una verdad tan simple no la entienda aún la gente -o no la
crea- demuestra la fuerza de la propaganda y la publicidad. Lo
que es posible por el silencio cómplice de los grandes medios
de comunicación.
No es el caso de Batmanghelidj , desde luego, que también
denuncia lo que en esta revista hemos dicho tantas veces: las
facultades y escuelas de Medicina y los sistemas sanitarios de
los principales países del mundo están manejados -unas veces
abiertamente, sin disimulo, y otras de forma más discreta,
desde la trastienda- por quienes controlan la industria
farmacéutica (que son los mismos que controlan la industria
petroquímica y la armamentística). ¿Se empezará pronto a
indagar sobre el alquiler de conciencias individuales e,
incluso, la financiación de algunos partidos políticos en todo
el mundo?
Batmanghelidj denuncia además la actitud -y la ignorancia
médica- de la mayor parte de sus compañeros de profesión que
terminan optando -dice- por "incorporarse al negocio". Y,
sobre todo, la de los responsables de las principales
instituciones sanitarias internacionales, especialmente las
norteamericanas. De hecho, este médico desencantado de la
mediocridad mental con que se ha encontrado en su deambular
cuenta en el libro algunas de sus peripecias en ese sentido y
cómo tanto la Asociación Médica Americana (AMA) como el
National Institutes of Health (NIH) norteamericano decidían no
aceptar siquiera un diálogo para valorar la veracidad de sus
afirmaciones. Siendo una de las excusas para no entrar a
debatir la cuestión que no había dinero para valorar si el
agua puede prevenir o curar enfermedades. Fantástico argumento
científico para decidir algo cuya demostración no requiere
apenas inversión -se trata de dar simple agua- y que no
entraña peligro alguno -el agua carece de efectos secundarios
negativos.
Y es que lo que Batmanghelidj asevera es simple pero
absolutamente revolucionario: asegura que ¡la mayor parte de
las enfermedades las causa la carencia crónica de agua! Es
decir, son consecuencia de no beber la suficiente cantidad de
agua cada día (lo reiteramos: diariamente). Obviamente, buena
parte de los lectores pensará que eso no puede ser verdad, que
no puede ser tan sencillo. Y, sin embargo, Batmanghelidj no
hace esa afirmación de forma gratuita: la fundamenta
científicamente.
Por eso no alberga la más mínima duda al afirmar con
rotundidad que el agua es la mejor medicina natural para gran
número de las llamadas enfermedades. Basta para constatarlo el
hecho de que todas las funciones del organismo dependen del
flujo de agua en el cuerpo. De ahí que lo que para muchos
médicos es un "cuerpo enfermo" para Batmanghelidj no sea en
muchas ocasiones sino un "cuerpo sediento" al que se puede
devolver la salud dándole simplemente la cantidad de agua
adecuada.
¿Tan difícil es de aceptar? Pues quizás le ayude recordar que
el 75% de nuestro cuerpo es agua. Y que originariamente
procedemos del mar. Es más, nuestra sangre tiene la misma
composición que el agua de mar. Luego, ¿cómo va a costarnos
entender que la deshidratación crónica puede provocar el
deterioro -a veces de forma irreversible- de numerosas
funciones orgánicas? ¿O es que desconocemos que los múltiples
papeles químicos que se desarrollan en nuestro cuerpo son
imposibles si no hay agua suficiente?
Los médicos, evidentemente, lo saben. Pero suelen olvidarlo
cuando atienden a sus pacientes. O quizás sea verdad la
afirmación de Batmanghelidj de que en realidad a sus colegas
no se les ha explicado suficientemente los múltiples papeles
químicos del agua en el cuerpo y que la deshidratación provoca
a veces la pérdida de algunas funciones.
Pues bien, como quiera que cada función del cuerpo está regida
y sujeta al flujo del agua se entenderá que el organismo la
gestione muy cuidadosamente ya que es la única manera de
garantizar que haya suficiente para que los nutrientes lleguen
a todas partes y las distintas funciones bioquímicas tengan
lugar. Obviamente, cuando eso no sucede, cuando no dotamos al
organismo de suficiente agua, la que hay se destina a los
órganos más vitales: cerebro, pulmones, hígado, riñones y
glándulas tienen prioridad sobre músculos, huesos y piel en la
distribución sanguínea. De ahí que si esa situación se
mantiene durante largo tiempo haya órganos que puedan resultar
afectados por la escasez:.
EL AGUA HIDRATA, LOS DEMÁS LÍQUIDOS NO
Quizás piense usted que si el organismo precisara realmente
más agua... le "avisaría" haciéndole tener sed. Y es cierto.
Pero no lo es menos que en esta sociedad consumista son muchas las personas que
cuando tienen sed... toman líquidos, no agua.
Es decir, beben zumos y refrescos industriales, aguas
carbonatadas, colas, sodas, gaseosas, horchatas, granizados,
cerveza, vino, leche, café, té, alcohol, etc. Y tales líquidos
no son sustitutivos del agua natural. Porque todas esas
bebidas contienen agua, es verdad, pero en muchas los demás
elementos que contienen son agentes deshidratantes. Es decir,
cuando se ingieren el organismo elimina el agua que
contienen... y mucha más. Y es que todos poseen una fuerte
acción diurética. Entiéndalo bien pues: el único líquido que
realmente hidrata el cuerpo es el agua.
Batmanghelidj lo explica con numerosos datos. Por ejemplo,
¿qué sucede si bebemos mucho café o bebidas que contienen
cafeína, como el té o las colas? Pues que los estimulantes que
contienen provocan una fuerte acción diurética y además actúan
sobre el sistema nervioso central sobreexcitándolo y privando
al cuerpo de su capacidad para formar energía hidroeléctrica.
Además, el exceso de cafeína anula la formación de moléculas
ATP -las encargadas de proporcionar energía al cuerpo (vea el
artículo sobre Sodi Pallarés en este mismo número para ampliar
la información)- algo que afecta sobre todo al cerebro y
causar fatiga crónica y cansancio del músculo del corazón a
causa de su excesiva estimulación.
Cabe añadir que la creencia de que la "boca seca" es el único
signo de deshidratación del cuerpo es falsa. Esa señal es en
realidad -siempre según Batmanghelidj- "el último signo
externo de una deshidratación extrema". Es más, afirma con
rotundidad que un cuerpo puede sufrir de deshidratación
incluso aunque la boca esté totalmente húmeda.
En suma, es importante prestar tanta atención a la cantidad y
calidad de lo que se come como a la cantidad y calidad de lo
que se bebe. A este respecto, el doctor Batmanghelidj afirma
que igual que tenemos "dolor de hambre" tenemos también "dolor
de sed"; y en este caso el agua es la única sustancia efectiva
para aportar alivio. En esas situaciones lo que quiere el
cuerpo, lo que necesita, lo que pide, es agua y sólo agua.
CUANDO EL CUERPO TIENE SED... LOS MÉDICOS LE DAN FÁRMACOS
El doctor Batmanghelidj asegura, en definitiva, que una
deshidratación crónica causa muy diferentes síntomas: dolor,
picor, inflamación, hormigueo, etc. Y que en dónde se
manifiesten éstos depende de la zona del cuerpo en la que la
escasez de agua sea más evidente. Asimismo, asegura que cuando esa
deshidratación es prolongada el problema en esa zona se
agrava y termina provocando una disfunción, una patología; lo
que llamamos una enfermedad.
El drama, según Batmanghelidj, es que a los médicos no se les
ha explicado esta cuestión tan simple y sencilla y se dedican
entonces a acallar esos síntomas -que no son en realidad sino
las señales de sequía del cuerpo- con productos químicos. Un
tremendo error porque no se ataca la raíz del problema y
encima se intoxica el organismo con productos tóxicos que
envenenan las células.
Para Batmanghelidj, pues, los dolores crónicos del cuerpo que
no puedan ser explicados como una lesión o una infección
deberían en primer lugar y sobre todo ser interpretados como
señales de una reducción crónica de agua en la zona donde se
localiza el malestar. Y esos dolores crónicos incluyen el
dolor dispépsico (gastritis, duodenitis, úlcera péptica...),
el dolor artrítico reumatoide, el dolor de angina, el dolor
lumbar, el dolor de las piernas al andar, los dolores de
cabeza -especialmente la migraña y los de la resaca- y las
colitis. A su juicio, todas esas dolencias deberían tratarse
sólo bebiendo abundante agua. No menos de dos litros y medio
cada 24 horas durante algunos días. Los analgésicos lo único
que hacen es ocultar la señal de deshidratación local y
crónica del cuerpo.
"La nueva verdad científica -dice Batmanghelidj- es que es el
solvente -el agua- quien regula todas las funciones del
cuerpo, incluida la actividad de todos los elementos que
disuelve y conduce". Agregando que el cuerpo necesita como
mínimo entre 6 y 8 vasos grandes de agua al día. Deberíamos
pues tomar diariamente uno o dos vasos de agua de 200 ml. nada
más levantarnos de la cama, otro media hora antes de la comida
y de la cena, y otro más dos horas y media después de cada una
de ellas. Asimismo, se recomienda tomar entre dos y tres vasos
más a lo largo del día.
¿CÓMO SABER SI ESTÁ DESHIDRATADO?
Como quiera que la "boca seca" no es sino el último síntoma,
el que indica que el organismo ya no puede funcionar
correctamente si no se le proporciona agua, le explicamos cómo
saber si su cuerpo tiene sed según el doctor Batmanghelidj. Y
es simple: fíjese en el color de la orina y compruebe si
normalmente es incolora o ligeramente amarilla; si es así no
hay problema. Ahora bien, si normalmente es amarilla oscura o,
incluso, de color naranja usted se está deshidratando. Ese
color oscuro significa que los riñones están trabajando duro
para eliminar las toxinas del cuerpo y la orina está muy
concentrada. Además, es verdad que los riñones tienen la
habilidad de concentrar la orina pero esa capacidad no debe
usarse en su estado límite como norma so pena de provocar
daños en el riñón.
Batmanghelidj asevera también que cuando un cuerpo está
deshidratado los procesos fisiológicos que se establecen son
los mismos que cuando uno sufre estrés. Y es que la
deshidratación es precisamente el principal estresante de toda
materia viva.
EL PAPEL DEL AGUA
Batmanghelidj incide mucho en algo cuya importancia parecen
ignorar -o no valoran en su justa medida- sus colegas: el
hecho de que el agua no es simplemente el solvente, lo que
llena el espacio entre la materia sólida (lo disuelto). La
idea de que el cuerpo es como una gran "probeta" llena de
sólidos de naturaleza diferente y el agua del cuerpo la
materia que la envuelve pero cuyo papel es insignificante es
un error tan grave que ha impedido comprender cómo funciona
realmente el metabolismo. Aún hoy hay muchos médicos y
científicos que siguen pensando que son las sustancias
disueltas en la sangre y en el suero del cuerpo las que
regulan todas sus actividades. Cuando, en realidad, sobre el
agua -y sobre su papel en los procesos bioquímicos y
bioenergéticos- no se ha sabido casi nada hasta hace muy poco
tiempo (véanse los artículos publicados anteriormente). El
hecho de que se trate de un componente abundante y normalmente fácil de obtener
-la verdad es que no es así en muchos lugares donde el agua es un lujo- hizo
que no se estudiara a fondo su
papel y que no se tuviera en cuenta la posible implicación de
su carencia en muchas enfermedades. Es decir, a quienes
estudiaron inicialmente a fondo el funcionamiento de nuestro
cuerpo se les escapó su importancia real y, sobre todo, lo que
a nivel funcional implica su carencia continuada.
Nadie, hasta Batmanghelidj, pensó que un organismo podía estar
deshidratado y ser esa la causa de numerosos fallos o patologías. ¿Cómo
iban a caer en ello si en el organismo el 75% es agua y ésta
se encuentra en todas partes? No coligieron, sin embargo, que
los líquidos con que mucha gente pretende apagar la sed e
hidratarse... no sólo no cumplen ese cometido sino que además
deshidratan, como ya hemos explicado. Y no cayeron en la
cuenta tampoco de que precisamente porque el 75% del cuerpo es agua la
importancia de que haya suficiente es aún mayor. El
cerebro, por ejemplo, está constituido en un 85% de agua.
En suma, Batmanghelidj no duda de que la deshidratación
crónica es en realidad la causa de buena parte de las llamadas
enfermedades. Y argumenta que eso explica por qué la mayoría
siguen siendo para muchos médicos y científicos de etiología o
causa desconocida. Y por qué son incapaces de curarlas. "Basta
consultar cualquier texto de medicina para comprobar que a la
hora de explicar las causas de las enfermedades más extendidas
todo es palabrería. Se utilizan centenares de páginas para
terminar diciendo siempre lo mismo: etiología desconocida".
Hoy casi todos los tratamientos médicos, salvo las infecciones
que se tratan con antibióticos o la cirugía reparadora, son
paliativos. Los médicos no saben curar un simple constipado o
una gripe pero tampoco las alergias, la hipertensión, el asma,
las úlceras pépticas, la artritis, el Alzheimer, el Parkinson,
la esclerosis múltiple, el cáncer... y así un sinfín de
"enfermedades". "¿Cuándo entenderán mis colegas -se pregunta
Batmanghelidj- que la mayoría de las llamadas 'enfermedades
degenerativas' se deben muy probablemente a una deshidratación crónica? ¿No les
basta para constatarlo mi éxito al tratar
sólo con agua a más de 3.000 pacientes que padecían úlcera
péptica? ¿Por qué no entienden que lo mismo pasa con otras
muchas patologías?¿Se debe esa resistencia al hecho de que lo
que postulo hace evidente que la práctica de la medicina
clínica se basa en una hipótesis falsa y en una premisa
inexacta?"
Conviene aclarar de nuevo que Batmanghelidj se refiere siempre
a una deshidratación crónica, a la falta de agua de manera
continuada en el tiempo. Y que, consecuentemente, bastaría
ingerir la suficiente cantidad de agua diariamente para
evitarla.
Debe entenderse, asimismo, que la falta de agua puede llevar a
una situación de deterioro físico que impida revertir el
proceso de degeneración causado por su carencia. Por tanto, si
bien la ingesta de agua prevendría en principio la aparición
de la mayoría de las enfermedades y puede detener los procesos
degenerativos en marcha... cuando el deterioro es total no
puede revertirse el problema de la misma manera que usted no
puede recuperar una mano amputada. En cambio, sí puede detener el proceso
degenerativo.
Obviamente, tampoco pretenda resolver su problema si padece un
proceso degenerativo en diez días dedicándose a beber litros
de agua. Se trata de rehidratar el cuerpo bebiendo agua
suficiente cada día. No se equivoque.
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